🌍Sostenibilidad en la estrategia empresarial: ¿cómo demostrar su impacto real?

En los últimos años, la sostenibilidad ha ganado presencia en los discursos estratégicos de muchas organizaciones, especialmente en contextos donde la presión regulatoria, las expectativas sociales y los compromisos institucionales exigen mayor transparencia. Sin embargo, el grado en que estas intenciones se traducen en resultados económicos medibles sigue siendo objeto de debate.

Y en medio de un panorama global marcado por la incertidumbre geopolítica, nuevas regulaciones y una mayor presión por la transparencia, la sostenibilidad sigue presente en las conversaciones estratégicas. Sin embargo, persiste una pregunta clave: ¿cómo pueden las empresas demostrar de forma clara y creíble el retorno de inversión (ROI) de sus iniciativas sostenibles?

Algunas encuestas a ejecutivos de alto nivel —como la publicada por Forbes Research, basada en más de 1.100 participantes —Ver informe completo aquí sugieren que un número significativo de empresas considera la sostenibilidad como parte de su visión. Sin embargo, dicha evidencia se basa en percepciones y autorreportes, no en resultados financieros auditables. Además, estas muestras suelen estar compuestas por grandes empresas de sectores regulados, por lo que no es posible generalizar sus conclusiones a todo el tejido empresarial, especialmente a pequeñas y medianas empresas o mercados en desarrollo.

Uno de los principales desafíos identificados por las propias organizaciones es la dificultad para vincular sus iniciativas sostenibles con indicadores financieros claros, consistentes y verificables. Si bien existen herramientas para medir el desempeño ambiental, social y de gobernanza (ESG), muchas de ellas están en evolución y carecen de estandarización. Además, estas métricas no siempre capturan impactos económicos directos y pueden ser sensibles a factores externos, como la presión normativa o la percepción pública.

Cabe señalar que muchas otras iniciativas empresariales —como la adopción de inteligencia artificial, la digitalización o la inversión en innovación— tampoco garantizan un retorno financiero directo en el corto plazo, y, sin embargo, no suelen ser objeto del mismo nivel de cuestionamiento o exigencia de pruebas inmediatas. Este doble rasero sugiere que el escepticismo hacia la sostenibilidad no siempre se basa en evidencia económica comparativa, sino que puede estar influido por percepciones culturales, desconocimiento técnico o la falta de narrativas empresariales sólidas. Reconocer esta asimetría es clave para situar la sostenibilidad en igualdad de condiciones frente a otras decisiones estratégicas de largo plazo.

Otro riesgo importante que suele pasar desapercibido es la causalidad inversa: no siempre es la sostenibilidad la que impulsa el buen desempeño financiero. En algunos casos, son las empresas con mayor rentabilidad, mejores márgenes o acceso a capital las que pueden permitirse invertir más en sostenibilidad. A esto se suma la posibilidad de factores comunes omitidos, como el liderazgo, la cultura organizacional o el posicionamiento de mercado, que podrían estar impulsando simultáneamente tanto las inversiones sostenibles como los resultados económicos, sin que exista una relación causal directa entre ambas variables.

En Futurotangible, reconocemos esta complejidad. No partimos de la idea de que la sostenibilidad es intrínsecamente rentable o que su impacto puede demostrarse en todos los casos. Nuestro enfoque se basa en trabajar con cada organización para identificar qué aspectos son materialmente relevantes según su contexto operativo y de riesgo, y cómo pueden medirse de forma honesta, incluso si los resultados no siempre son inmediatos ni cuantificables con precisión.

No todas las iniciativas sostenibles tienen un retorno financiero directo, pero pueden contribuir a la resiliencia de la organización, a la mejora reputacional, al cumplimiento normativo o a la licencia social para operar. Estas dimensiones, aunque más difíciles de monetizar, también forman parte del valor estratégico. Lo importante es distinguir entre lo que puede medirse, lo que debe comunicarse con cautela, y lo que requiere aún más investigación.

La sostenibilidad no debe abordarse como una promesa universal ni como una garantía de retorno. Debe asumirse como una decisión estratégica sujeta a condiciones, riesgos y contextos específicos. Y, sobre todo, debe gestionarse con el mismo nivel de rigor, evidencia y escepticismo que cualquier otro aspecto del negocio.

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